Respecto al proceso de selección, te podría decir que me sorprendió la rapidez que tuvo, teniendo presente que estábamos en medio de la peor crisis sanitaria que podemos recordar.
Creo que el fin último del Consello debe ser conseguir una valorización del mejillón acorde a sus propiedades únicas. Como consumidores, que lo somos todos, tenemos que saber que el sello de la DOP que identifica a nuestro Mejillón de Galicia nos garantiza una calidad y unas propiedades que nadie más puede aportar.
M.P – En base a tu experiencia, ¿qué visión se tiene a nivel internacional del talento y las empresas gallegas?
J.G – Me parece una pregunta interesante Maria, pero creo que debemos enfocarla desde dos puntos de vista diferentes.
Por un lado, el talento es una atributo individual y respecto a eso te puedo asegurar que los grandísimos profesionales que Galicia ha “producido”, desempeñan sus funciones en todos los sectores que nos puedan venir a la cabeza. Y hay multitud de primeros espadas en esa lista de personas con talento en sus respectivos campos. Sin lugar a dudas podríamos decir que Galicia, es una fuente de talento.
Respecto a las empresas, creo que debemos sentirnos orgullosos de empresas que llevan mucho tiempo haciendo las cosas muy bien en lo referido a ese posicionamiento, tanto nacional como internacional. A nadie se le escapa el orgullo que debemos sentir por casos como los de Inditex, Estrella Galicia o Cortizo. Y se podrían citar muchísimas otras, pero creo que resulta fácil entender con estos ejemplos el hecho de que las empresas gallegas juegan en “primera división”.
J.G – Te puedo decir que en nuestro sector, el posicionamiento de la Marca Galicia es inmejorable. Indiscutiblemente la asociación de Galicia, con un producto como el nuestro, es sinónimo de calidad. Y eso es algo que también debe ser motivo de orgullo.
M.P – ¿Qué experiencia has atesorado de cada uno de los países en los que has trabajado?
Te puedo contar una anécdota: en uno de esos países dónde he trabajado, asistí una vez a algo que era a todas luces un despropósito. No es necesario entrar en detalles de qué era lo ocurrido, pero créeme, no había por dónde cogerlo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando una de las personas que trabajaba conmigo, del país en cuestión, cuando empezó a poner orden en aquel despropósito soltó una frase en el idioma local que traducida venía a comparar aquel desbarajuste con “una aldea española”. Imagínate mi cara cuando vi que la manera de describir el desaguisado que decíamos era una alusión clara a “una aldea española”. Cómo te puedes imaginar, le pregunté después cómo podía ser aquello y su respuesta fue muy sencilla: aquí cuando queremos decir que algo es un caos, decimos que es “una aldea española”.
Ni que decir tiene, que desde aquel entonces cuando veo una situación caótica siempre me viene a la cabeza la expresión en aquel idioma y asiento con la cabeza….
M.P – ¿Crees que es necesario emigrar para afianzar una trayectoria profesional?
J.G – Antes de nada, creo que no debemos caer en la tentación de llamar del mismo modo a dos fenómenos totalmente distintos. Es obligado diferenciar entre la emigración que se dio en nuestra tierra hace años y el concepto de trabajar en otro país, que hoy en día no es, ni de lejos, tan traumático.
En comparación con las personas que realmente emigraron somos auténticos privilegiados.
Dicho esto, no, ni mucho menos. Pero desde luego es una experiencia que, entre otras cosas, demuestra una capacidad de adaptación y resiliencia significativas.